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Luján, 28 de diciembre de 2020
Protocolo: 101/20
Jornada de oración y ayuno en el día de los Santos Inocentes
Junto a toda la Iglesia que peregrina en la Argentina, estamos terminando una jornada de oración y de ayuno. Ahora aquí, junto a Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra querida Patria, venimos a suplicar que en nuestra Nación las leyes que la rigen, siempre defiendan y cuiden la vida. Y que mañana, los Señores Senadores, iluminados en sus conciencias por una gracia especial de Dios, voten en contra de la ley del aborto y a favor de la vida de los niños por nacer.
Rezamos con infinita confianza en Dios nuestro Padre en este día en el que hacemos memoria de los Santos Inocentes Mártires, aquellos que mandó matar Herodes y también en memoria de tantos otros que a lo largo de la historia con su sangre derramada junto a la de Jesús, siguen misteriosamente redimiendo a nuestra humanidad. Su testimonio nos ayuda a rezar con esperanza, con fuerza y con valentía.
Queridas hermanas y queridos hermanos, para que nuestra oración sea pura y sin manchas, les pido hacerla en el espíritu de la Navidad, es decir, con un corazón sin ningún tipo de sentimiento de enojo hacia nadie y mucho menos de odio.
El Papa Francisco, como un profeta de tiempos difíciles, la única voz que le habla al mundo con tanto coraje y claridad, nos pide que seamos capaces de vivir en
fraternidad universal y en amistad social, porque el futuro de nuestra Casa Común depende sí o sí, de un acuerdo de todas las voluntades humanas.
En nuestra Nación, todos experimentamos la necesidad de una verdadera
reconciliación y de una común-unión que nos permita salir del laberinto en el que nos encontramos y que tanto daño nos hace.
Necesitamos de una conciencia moral que se refleje en una conducta individual y colectiva que busque decididamente el Bien Común de todos los argentinos,
especialmente de los más postergados, que son millones.
Les pido entonces, que nuestra oración esté llena de los mismos sentimientos que están en el Sagrado Corazón de nuestro amado Señor Jesús. No podemos pensarnos como país con un futuro posible, en otra dimensión que no sea la de la fraternidad. Todos estamos en la misma barca.
Al mismo tiempo, debemos ser capaces de presentar nuestras convicciones con
respeto hacia los otros, pero con toda claridad, sin ambigüedades y con total decisión, ya que al defender la vida no buscamos otra cosa que el bien de todo ser humano y de la Nación. No somos anti-derechos, todo lo contrario, al estar cerca de los más débiles, indefensos y vulnerables, estamos protegiendo los derechos de todo ser humano. Este es un momento histórico para generar consensos fundamentales que nos ayuden a profundizar la unidad y no la división. La sabiduría política de nuestros gobernantes debería estar abocada a esto y no a generar más confrontación.
Todos estamos muy fatigados por este año atravesado por la pandemia, la angustia de las enfermedades y poder sanarlas. Agotados por la aflicción que genera la economía y la enorme cantidad de hermanas y hermanos sin trabajo, en estado de pobreza y de marginación. Nos genera mucha desazón cuando los vemos a ustedes, los que nos lideran, sin un mínimo de autocrítica, enfrentándose de manera escandalosa, y pareciese que están más pendientes de los medios de comunicación y de las encuestas, que de la verdad y del Bien Común. Ustedes son los primeros responsables de encontrar el camino del progreso y hoy estamos muy lejos de haberlo conseguido.
Ahora nos han embarcado en este debate de ley que para edulcorarla la llaman de “interrupción voluntaria del embarazo”, cuando en verdad es una ley para legalizar el aborto, es decir, el asesinato de un niño al que no se le dará la oportunidad de nacer y crecer.
Una ley que legaliza la muerte nunca puede llevar a una Nación al progreso. Sepan que una vez más todos quedaremos heridos, de una herida profunda en el corazón del pueblo, que en su mayoría, y ustedes lo saben, no quiere esta ley, muy por el contrario, quiere encontrar los caminos precisos para salvar siempre las dos vidas.
El texto Evangélico que hemos proclamado, nos dice que después del nacimiento de Jesús, Herodes, el que detentaba “el poder” para mandar, incluso sobre la vida de las personas ̶ porque ha escuchado que ha nacido un rey, manda matar a todos los niños.
Herodes no quiere que nadie le arrebate el poder y le cambie la vida.
¡Qué increíble! Le tiene miedo a un Niño. Un miedo tal, que lo lleva a un acto de
locura, a una matanza de inocentes.
Es cierto, ese Niño Jesús, es el Amor de Dios hecho carne que viene a cambiarlo todo. En algún sentido, todo niño viene a cambiarlo todo: la vida personal, la vida familiar, la vida de la sociedad en la que nace, la vida del mundo.
Y sí, la vida de cada persona es tan preciada que cambia la vida de todos. Y justamente esa es una muestra de lo valiosa que es toda vida, porque es significativa, tiene peso específico y nos modifica.
Entonces, aquí está una de las causas del aborto: el miedo al niño por nacer.
Les tenemos miedo a los niños porque pueden cambiar el propio proyecto de vida o el de la pareja.
Les tenemos miedo porque nos obligan a pensar un mundo para todos y no para pocos y esto nos exige cambiar todos los sistemas: los sociales, los políticos y los sistemas económicos.
Es otro el mundo que debemos diseñar, organizar y realizar con la presencia de más personas y sabemos que algunos organismos internacionales consideran que no se puede generar un “Estado de Bienestar” para muchos, por lo tanto presionan para que haya menos población.
Una vez más lo económico se impone no sólo sobre lo político, sino también sobre la vida de las niñas y los niños, y por supuesto, también sobre nuestros ancianos y ancianas.
¿Cuáles son entonces las motivaciones profundas para sacar esta ley? ¿El bien de las mujeres? Ustedes saben muy bien que hay muchas causas de sus muertes y de una urgencia gravísima. ¿Qué los mueve a terminar este año tan dramático con una ley a favor del aborto?
¿Han escuchado a las mujeres pobres que dicen defender? ¿De verdad las han
escuchado? Ellas quieren la vida de sus hijos. Son su mayor tesoro. Lo que ciertamente desean y lo piden a gritos, es que las acompañemos a cuidarles la vida con trabajo, con educación, con techo, con salud y lejos de las drogas.
Además, quiero decirles que en este Santuario de la vida, a los pies de Nuestra Señora de Lujan y en todas nuestras parroquias, los sacerdotes conocemos muy bien la angustia que genera un aborto y que en muchas mujeres sigue siendo lacerante aun después de muchos años.
Señores Senadores, las niñas y los niños gestados en el vientre de sus madres son sujetos de derechos. Tienen los mismos derechos a vivir como los tienen ustedes y cada uno de nosotros. Sus vidas indefensas deben ser inviolables. Tienen un sentido y una misión fundamental. No debemos detentar el poder al estilo de Herodes para hacer una ley que los descarte porque nos “incomodan”.
¡No podemos ser tan egoístas!
Como pueblo, como Nación, nuestra tradición está ligada a la cultura de la vida y de la solidaridad y no a la cultura de la muerte.
¡Es verdad! Toda vida nos cambia, pero ¡para bien!
No es lo mismo el mundo con esa persona concreta que sin ella. Cada persona tiene algo que le es original, no podemos descartar ese mensaje que trae para todos.
Durante este día, millones de argentinos hemos ayunado y rezado por ustedes los responsables de legislar la vida de nuestra Nación, y lo hemos hecho para que más allá de los posibles acuerdos políticos, puedan escuchar lo profundo de sus conciencias que seguramente iluminadas por el sentido ético de lo humano, no dejarán de buscar siempre el bien y en este caso el bien de las dos vidas.
Señores Senadores: les suplicamos que no legislen a favor del aborto. Les rogamos, con máxima humildad, pero con la seguridad y la fuerza que nos da el Amor de Dios, les pedimos que voten a favor de la vida!

+ Jorge Eduardo Scheinig
Arzobispo Metropolitano de
Mercedes-Luján

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